Y desde ahi entendi que los pequeños detalles como acomodar el numero exacto de peperonis para que la «interfaz» (la pizza) fuera consistente y eran importantes para que el producto se alineara con la expectativa.

También aprendí que el conocer los hábitos del cliente (el único CRM que teníamos era la memoria de la recepcionista) eran indispensables para que la experiencia fuera la correcta, aun cuando la tecnología no existiera.

Aun antes de que el UX fuera una disciplina, reconocí que anticipar lo que tu usuario necesita (como llevar platos y servilletas desechables si la entrega era a una oficina o lugar publico) era muy, muy rentable y hacía la gran diferencia – clientes felices, más pedidos.

Es curioso como esas verdades ochenteras siguen siendo tan verdaderas el dia de hoy.

Esa es una de las cosas que he descubierto entre mas estudio esta excitante disciplina, no hay nada nuevo bajo el sol. La tecnología cambia, los gadgets cambian, pero las necesidades de las personas siguen siendo el día de hoy las mismas que hace 30 años.

Así que mi recomendación es esta: Antes de ir a buscar la ultima técnica o herramienta para aplicar a tu proyecto, voltea a ver las necesidades de tus usuarios: que quieren lograr, que les duele, a que aspiran.

Esta técnica nunca falla.